María era una niña de trece años nacida en México. Ella, con su madre, iban con valentía y coraje a cada marcha que mujeres organizaban contra la violencia doméstica, por cada feminicidio, por derechos que al parecer existen pero se quedan en el aire, en una carpeta olvidada, una familia desesperada y un violador suelto. María nunca se olvidaba de un pañuelo verde que le regalo su madre, lo colgaba en su mochila para ir a la escuela. Un día su maestra lo miro, y le dijo –Eres muy joven para traer ese pañuelo y poder entenderlo- la niña le respondió: así como soy joven para entenderlo, también soy muy joven para ser madre.